(Ref institutoculturaysociedad.wordpress.com)
Es un hecho que los españoles se casan cada vez más tarde: las estadísticas indican que las mujeres lo hacen de media a los 35 y los hombres, a los 38. Una de las explicaciones más extendidas es que los jóvenes sienten cada vez más miedo al compromiso, pero ¿es esto cierto? ¿Cómo se sienten los jóvenes ante la idea de comprometerse? ¿Desean relaciones serias? Un sociólogo, una filósofa y una psicopedagoga del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra muestran sus visiones en torno a esta cuestión.
Las dificultades para conseguir estabilidad económica
Javier García Manglano, doctor en Sociología
Grupo ‘Jóvenes en transición‘
Los jóvenes hoy en día siguen valorando la institución del matrimonio; estudios recientes han mostrado que, de hecho, la familia ha mejorado su consideración entre los jóvenes en los últimos 30 años. Ahora bien, estos deseos chocan con la realidad, sobre todo cuando se enfrentan a la cuestión económica. La mayor parte de jóvenes intenta lograr una estabilidad financiera y laboral antes de involucrarse en el reto de formar una familia.
De este modo, aunque los jóvenes valoran más la familia que el trabajo, en el plano fáctico tienden a priorizar lo laboral. Las dificultades para conseguir esa estabilidad económica provocan que los jóvenes posterguen el momento de formar una familia una y otra vez, a veces indefinidamente.
Algo interesante que se desprende de la investigación en este campo es que los jóvenes que tienen relaciones de compromiso serias, o que incluso forman su propia familia, muestran mayor bienestar general en el plano psicológico. Sería pertinente estudiar esta dinámica, pues todavía no está del todo claro si son los jóvenes que ya se sienten bien los que se animan con más frecuencia a formar una familia, o si casarse y tener hijos es lo que fomenta su bienestar psicológico.
La realización personal en el mundo laboral
Almudena Rivadulla, doctora en Filosofía
Grupo ‘Cultura emocional e identidad’
Muchos jóvenes hoy en día se centran mucho en su carrera laboral, no solo porque quieran lograr una estabilidad financiera, que evidentemente es necesaria para vivir, sino también porque sienten realización personal en el mundo laboral. Quieren ascender en el trabajo porque así encuentran un modo de reconocimiento social, se obtiene un sentimiento de logro.
Formar una familia, a menudo, parece impedir el progreso en el ámbito laboral. Por eso, los jóvenes aplazan el momento de formar una familia. Muchas veces, los propios padres de estos jóvenes les disuaden de contraer un compromiso, les dicen que se centren en su carrera. Los jóvenes no encuentran mucho apoyo para comenzar esta vida familiar.
Sin embargo, en el ámbito familiar, en la pareja, también se alcanza un tipo de reconocimiento. Un reconocimiento que no se alcanza en el mundo laboral: el sentirse querido, no por méritos, sino por la persona que uno es.
La tentación de la inmediatez y la falta de sentido
Carolina Lupo, licenciada en Psicopedagogía y máster en Bioética
Grupo ‘Educación de la afectividad y de la sexualidad humana‘
Un reciente estudio en Reino Unido afirma que “el 87% de los millennials encuestados aspiran a tener una relación de por vida, y consideran que unirse con alguien para pasar el resto de su vida, es una meta realista”. Estos datos generan cierta curiosidad e inquietud, ya que, al contrastarlos con la realidad cercana de tantos jóvenes, se detecta una distancia abismal entre esa “aspiración de por vida”, y la vida tangible/cotidiana de sus actos y actitudes, que denotan una preocupación por la inmediatez, una falta de horizontes trascendentes, y un gran vacío de sentido. ¿Dónde está el quiebre? Podemos aventurarnos en dar una respuesta. Muchos aspiran, desean, quieren. Pero el desafío que se les plantea es que no saben cómo lograrlo.
Ante el imperante ambiente de inmediatez, de conseguir todo a un click, de la ansiedad que despierta en muchos de nosotros el tener que posponer o esperar algo, ¿cabe el planteo de un “para toda la vida”? A veces cuando se propone algo a jóvenes (y no tan jóvenes) para lo que tienen que esperar una semana, les resulta “¡demasiado!”. El “todo ya” prima por sobre la posibilidad de algo a mediano-largo plazo. Además, ¡implicaría mucho esfuerzo! Pero esta actitud choca de frente con la realidad. Las relaciones humanas no son todos los días de color rosa, pues darme a otros implica siempre algo de renuncia y de sufrimiento. Siempre algo duele, si no, no es verdadero amor. Porque amar exige un desprendimiento de mi intimidad, es salir de mi zona de confort.
Autora: Berta Viteri