(Ref igualesydiferentes.com)

Entendiendo la Nueva Educación Diferenciada: cómo promueve una buena socialización

«Las niñas no tienen ni medio problema. Salen a la calle, se divierten los fines de semana, y algunas entre semana, y no tienen ningún problema con los chicos». Con estas palabras, Madre Lourdes Tafur, directora del Colegio Orden de Nuestra Señora de Talavera de la Reina, rompe con uno de los grandes estigmas de la educación diferenciada: la complicada relación entre chicos y chicas por no haber compartido clase en el colegio.

La Nueva Educación Diferenciada es un modelo pedagógico presente en numerosos países. Aunque es un modelo actualmente señalado por muchos sectores, todavía sigue latente en España, con más de cien centros que ofrecen esta alternativa educativa.

«Los ritmos de maduración del hombre y de la mujer son diferentes. Es más fácil adaptarse al ritmo de las alumnas en el aprendizaje. Además, el modo de impartir los contenidos a niños y niñas no es exactamente igual», explica Madre Lourdes a El Debate.

«La experiencia de 125 años como colegio dando clase demuestra que la educación diferenciada no fomenta la desigualdad. Llevamos muchos años en la educación de las chicas. Cuando las mujeres no tenían acceso al mercado laboral, el colegio se lo permitía, porque muchas alumnas en aquellos años salían con un puesto de trabajo», argumenta la directora del centro.

Madre Lourdes explica, además, que al sesgar por sexos la enseñanza «se puede acceder a la educación del sujeto en la unión como clase, porque hay aspectos comunes que se pueden tocar. El grupo es más homogéneo. Con la educación diferenciada tenemos la suerte de poder sacar de dentro lo mejor de uno mismo con una educación integral».

La experiencia de los alumnos

Javier (28 años) estudió hasta Bachillerato en el Colegio El Prado, centro cuyo alumnado está formado únicamente por varones. mantiene que «es un regalo que he tenido de mis padres el poder tener una educación así, el poder conocer a tantos chicos y gracias a eso tener tantos amigos como tengo a día de hoy».

Al acabar el colegio, Javier estudió Ingeniería de Organización Industrial y se sorprendió de que en su clase le preguntasen constantemente si no le costaba el trato con las chicas: «Les decía que tengo madre, tías, abuelas, amigas. Con las niñas del cole de al lado empecé a quedar desde los catorce años y siempre hemos tenido un trato fenomenal con ellas, muy cordial, muy respetuoso. Son personas con las que he tratado toda mi vida y el hecho de que no haya compartido con ellas tiempo en clase no significa que las conozca menos o que mi forma de tratarlas sea peor».

Begoña (24 años y exalumna del Mater Salvatoris, de solo chicas) destaca, al igual que Javier, «la piña que se hace» en los colegios con un modelo de educación diferenciada. Asegura, además que separar la educación por sexos «es una forma de evitar distracciones. Yo creo que todas las niñas y los niños en la edad del pavo o en la adolescencia nos podemos distraer porque nos volvemos un poco tontos con las hormonas».

Por otro lado, respecto al gran estigma de la dificultad para socializar con el otro sexo de los alumnos de esta modalidad, Begoña sostiene que «no he tenido ningún problema en relacionarme con hombres, y eso que soy hija única. Es verdad que al principio sí que te daba un poco más corte, aunque yo lo relaciono más con la adolescencia. Ahora mismo trabajo en una empresa donde son todo hombres menos una mujer y yo y no hay ningún tipo de problema».

La misma experiencia en todo el mundo

Muy lejos de España, en la otra punta del planeta, en Nueva Zelanda, Jonathan Subritzky, que estudió en el colegio diferenciado Nelson College y en la escuela mixta Lynfield College en Auckland, comparte las vivencias de Begoña y Javier.

En opinión de Subritzky, «se ha acusado a los colegios Nelson (Nelson College y Nelson College for Girls) de privar a los adolescentes del contacto social con el sexo opuesto. Esta falacia genérica, que se aplica a todas las escuelas de un solo sexo, es fácilmente refutada por la propia realidad moderna».

Para este antiguo alumno de escuelas diferenciadas y mixtas, «en términos de interacción social, el modelo de un solo sexo, tal como se aplica en el siglo XXI, no deja lagunas en el desarrollo holístico del joven. Los adolescentes se relacionan con el sexo opuesto, ya sea a través de las redes sociales o de sus grupos de amigos, incluso si sus escuelas intentaran evitarlo, lo que no hacen (de hecho, es al revés). 

Los colegios Nelson promueven activamente la interacción y el compromiso positivos entre personas de ambos sexos a través de muchas áreas clave, tanto en su programa formal como en las actividades extracurriculares. Las escuelas modernas de un solo sexo son muy diferentes a la lúgubre caricatura de los años 50 que pintan algunos, y quienes las pintan van en contra de su propia premisa al hacerlo».